VI. Cómo ganar 2000 euros en un día
- Doris la escritora
- 26 abr 2017
- 2 Min. de lectura
La verdad, abuela, nunca pensé que esa alguna parte sería una tienda de empeños.
-Muy buenos días, guapa.
-Lo serán para usted que va a hacer el negocio de su vida.
Un señor viejo me observa con curiosidad desde el otro lado de una mugrienta mesa. A ambos lados de la tienda, objetos en equilibrio más inestable que la salud mental de mi amiga Laura se inclinan hacia mí amenazadores como los inspectores del banco.
-¿Qué tenemos por aquí? Por esas gafas podría darte cinco euros.
-¿Cinco? ¡Son unas Michael Kors auténticas!
-Claro, cariño, todas dicen lo mismo. Mira -remueve en su cajón y saca unas gafas idénticas a las mías-, quince euros en AliExpress.
Las cojo, impresionada, buscando diferencias entre las dos. Son exactamente iguales.
-Espero que tengas algo más que ofrecerme, querida-me dice el señor.
Este tío no sabe con quien se las ve. Abro mi maleta y empiezo a sacar todo lo que hay dentro mientras me observa.
-Por el tanga podría darte dos euros. Cinco, si está usado.
Lo miro con toda la repulsión del mundo.
-Muy bien. Le vendo mi iPhone, mi MacBook, mi ropa de marca y la maleta. Deme… esa- señalo una maleta de leopardo que hay en un rincón de la tienda.
El señor examina todo detenidamente.
-El iPhone tiene una ralladura, esto baja considerablemente el precio.
-Usted tase y cállese la boca, que no tiene más de seis meses, es el más nuevo.
-Te doy 1900 euros. 300 por el móvil, 900 por el portátil, 400 por la ropa y 200 por la maleta.
-Es muy poco. 2100 y las gafas.
-1900, las gafas, y el tanga.
-El tanga tiene un valor sentimental. 2100 y de regalo un pintauñas rojo pasión.
-¿Para qué coño quiero yo un pintauñas rojo pasión?
-Yo en sus gustos no me meto. Se lo dejo en 2000. Y me regala la maleta.
-Trato hecho.
Va a la trastienda y lo oigo arrastrar cosas. Observo a mi alrededor, tiene que haber algo que me sirva. ¡Una cartera de leopardo! Combina a la perfección con mi nueva y glamurosa maleta. La cojo y la guardo sigilosamente en el abrigo.
El dependiente vuelve.
-Deja eso ahí. Es falsa.
Devuelvo la cartera a la mesa de malas ganas. ¿Tiene ojos en la nuca?
-Muy bien- cuenta el dinero y me lo da. Lo recuento delante de él con recelo mientras guarda mis preciadas pertenencias.
Guardo lo poco que me queda en mi nueva maleta y salgo que de la tienda haciéndole el corte de manga.
-Hasta más ver, guapa.
-¡Que te jodan!











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