II. Disculpen, ¿me pueden okupar la casa?
- Doris la escritora
- 11 mar 2017
- 2 Min. de lectura
Yo flipo con la vida a más no poder.
El tío bueno portador de buenas noticias parece que se ha dado por vencido. Escruto el vestíbulo por la mirilla: no hay nadie. Genial.
Me dirijo a la despena y saco una botella de ron, pero apenas queda.
-Siri, anota ron en la lista de la compra -grito a mi móvil, donde quiera que esté.
Apuro las últimas gotas a palo seco. Yo puedo con todo.
Me desplazo cual zombie arrastrando los pies hasta el salón, donde se supone que tengo los papeles con las cuentas. Llevo la botella vacía conmigo para tener algo de compañía.
Revuelvo entre todas las carpetas con ansia, pero lo único que entiendo es mi nombre entre los sobres. Además, tiré la mitad de ellos cuando hacía espacio para las películas. Y siempre fui negada para los números, ¿no se supone que en estos casos hay un abogado que aconseja? ¿Por qué yo no tengo uno?
Me replanteo llamar a mis padres. A la milésima de segundo lo descarto, odiándome por haberlo pensado. Tiene que haber algo más que pueda hacer. Tiene que haberlo.
Meto la lengua hasta el fondo de la botella ya vacía e intento absorber una gota inexistente.
¡Claro! ¡Llamaré a una asociación de okupas!
Voy corriendo al salón a buscar el MacBook y entro en WikiHow. Busco “Cómo hacer que okupen tu casa”, pero sólo me salen tips para redecorarla. Se ve que tengo que buscar otro plan.
Llamo a mi amiga Laura. No me coge.
Llamo a mi grupo del bar. Nadie me coge.
Llamo al barman. Me lo tiré, así que tiene que cogerme. No me coge.
Llamo a mi primo. No me lo tiré, pero es mi primo, debería cogerme. No me coge.
Llamo a mis antiguos compañeros de trabajo. No me cogen.
Llamo a mis antiguos compañeros de universidad, uno por uno. Ninguno me coge.
Llamo a mis antiguos compañeros de instituto. Ninguno me coge.
Me resisto un poco, pero llamo a mis antiguos líos. Ninguno me coge.
Tras diez minutos de dudas, decido llamar a mis padres. Busco su número, pero lo borré hace tiempo. No me acordaba. Mejor, seguro que tampoco me cogían. ¿Para qué rayos tiene la gente teléfonos móviles?
Llamo al supermercado de debajo de mi casa. Ellos sí que me cogen. Encargo tres botellas de ginebra a domicilio y dos Fantas de limón tamaño familiar a domicilio.











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